LabsAceleración: Educación financiera en comedores comunitarios

8 de Junio de 2020

La inclusión financiera como elemento clave en el manejo de la economía familiar de sectores vulnerables ante la pandemia por el COVID-19. Foto: Magdalena Diehl para PNUD Argentina.

Por Ma. Verónica Moreno - Jefa de Mapeo de Soluciones - AccLabPNUDArg @mveronicamoreno

Una retribución a quienes marcan la diferencia en sus barrios: educación financiera en comedores comunitarios

Cada día cientos de personas o, mejor dicho, voluntarias —prácticamente todas son mujeres— se levantan, salen de sus casas y trabajan en comedores comunitarios para cocinar, alimentar a sus vecinos y proveer un espacio de integración, capaz de articular la vida social dentro de los barrios populares. Muchas de estas organizaciones nacieron, luego de la crisis del 2001, para satisfacer la demanda de alimentos derivada de la emergencia social. Sin embargo, con el tiempo, gran parte de éstas fueron sumando nuevos servicios que respondían a otras necesidades insatisfechas en territorio, desde el cuidado de niños o el apoyo escolar hasta la formación ocupacional.

Tal es su importancia en los barrios populares que, cuando en el Laboratorio de Aceleración del PNUD Argentina decidimos salir a campo a principios de este año, hicimos las primeras visitas en comedores del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria. En sus instalaciones pudimos hablar con varias de sus referentes, comprender mejor sus problemas, identificar las estrategias que desarrollaban para afrontarlos y, en el camino, confirmar el inmenso trabajo que realizan.

También pudimos reafirmar, dado que nuestro foco era la inclusión financiera, lo lejos que se encontraba el sistema financiero tradicional de estas poblaciones y sus necesidades. Por ejemplo, aunque las personas tuvieran una cuenta —ya sea por percibir un sueldo, la jubilación o la AUH— generalmente no reconocían dicha posesión y apenas usaban la tarjeta, salvo para retirar todo el dinero a principio de mes. Además, las experiencias en los bancos o los centros de pago, que insumen tiempo y gastos de traslado, podían resultar hostiles por no sentirse seguros sobre cómo operar o qué poder hacer.

Como alternativa al sistema formal, identificamos algunas estrategias financieras que las personas implementan en sus barrios ancladas en la cercanía, la confianza, el apoyo mutuo y el sentimiento compartido de comunidad.

Al igual que en los comedores comunitarios, estas soluciones suelen ser impulsadas por personas que, a su vez, integran el grupo de los directamente afectados por la exclusión. Es decir, las mujeres que lideran estas organizaciones sociales no son la excepción: ellas dan de comer a sus vecinos y, como retribución, pueden llevarse la comida para su hogar.

Ahora bien, con la irrupción de la pandemia, el freno de la actividad económica y su impacto negativo en las condiciones de vida de los sectores en situación de mayor vulnerabilidad, estos comedores vieron multiplicada la cantidad de gente que se acerca a sus puertas en búsqueda de un plato de comida. Asimismo, se incrementó la demanda por asistencia social y, de hecho, el Gobierno Nacional dispuso el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).

Bajo este contexto de emergencia sanitaria y social, se produjo una penosa situación que expuso el alto precio que terminan pagando las personas que no tienen información suficiente sobre cómo operar con el sistema financiero. En plena cuarentena, cuando los bancos volvieron a abrir sus puertas luego de haber estado cerrados por varios días, el sistema colapsó. Una multitud de personas quedó expuesta a un contagio masivo de COVID-19; haciendo colas extensas y sin distanciamiento físico para cobrar sus jubilaciones o planes sociales. La necesidad primaba sobre la precaución.

Desde el Laboratorio, reaccionamos —en un primer momento— con campañas para promover herramientas útiles para la población no bancarizada, un sistema que permite la extracción de efectivo en los cajeros , y  las billeteras y los bancos digitales dado que favorecen los pagos digitales (medida altamente recomendada) y el cobro, en el caso de los bancos, del IFE.

Sin embargo, el alcance de estas acciones de difusión es limitado, y para nosotros era prioritario llegar a territorio.  En ese momento, la construcción sostenida de alianzas dio sus frutos. El FONCAP nos propuso sumarnos, junto al Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, al Protocolo de Cuidado de Comedores, activado por el COVID-19, mediante la difusión de recomendaciones financieras. No hubo dudas al respecto; allí queríamos estar.

De manera articulada, diseñamos y produjimos láminas con indicaciones sencillas vinculadas al uso de los cajeros y las tarjetas de débito; las posibilidades de cobro (momentos, lugares) de las jubilaciones, planes y del IFE, y algunas medidas de prevención una vez que se sale a la calle.

Las láminas tuvieron muy buena recepción y despertaron gran interés en las charlas realizadas en los comedores; iluminando la necesidad de desarrollar otros instrumentos para difundir esta información y así amplificar su llegada. Para ello, realizamos una suerte de “manual portátil” a fin de que las personas puedan llevar en sus billeteras, junto con sus tarjetas y documentos, un folleto desplegable (del mismo tamaño de una tarjeta) con toda la información necesaria para operar en los cajeros automáticos cada vez que lo necesiten, entre otras indicaciones sobre su usabilidad.

Así, volvimos a nuestro punto de partida: los comedores comunitarios. Ahora, con la intención de contribuir al empoderamiento de todas las personas que se organizan y trabajan voluntariamente, incluso en tiempos de pandemia, para moldear un mundo más equitativo.  Este ciclo, en lugar de ser una concreción de nuestro trabajo en inclusión financiera, nos dio la oportunidad de retribuir a quienes diariamente marcan una diferencia en sus territorios.